Kahnawake es una reserva de indios Mohawk, a unos 10 km de la ciudad de Montréal, en Canadá. El Pow wow es una fiesta o reunión de pueblos indígenas originarios de Norteamérica. En estas celebraciones se honra la cultura nativa mediante cantos, bailes, encuentros con nativos de otras reservas y por supuesto la voluntad de compartir con todo aquel que quiera aprender y disfrutar del folklore de las primeras naciones. En esta ocasión, del 10 al 12 de julio la tribu Mohawk de Kahnawake organizó su propio Pow wow , en el que todos los Mohawk de otras reservas estaban invitados a participar en los populares concursos de bailes y vestidos típicos y rendir homenaje a su cultura y tradiciones.
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La tribu Calamian Tagbanua de Coron
Conocí a un grupo de indígenas Calamian Tagbanua el día después de llegar a la isla de Coron, perteneciente al archipiélago de Palawan. Son uno de los grupos étnicos más antiguos de las Filipinas, habitan en Palawan y las islas Calamianes. En el año 2000 se estimó que la población de esta tribu era de 10.000 personas.
El renacer de una ciudad
Christchurch, una ciudad devastada por el terremoto de 2011. Llego a la ciudad y empiezo a buscar las calles que me dirigen hacia mi nuevo hostel. Tomo la Gloucester Street y todo está destrozado, vallas que sujetan indicaciones de “No pasar”, “Peligro”, “Zona de trabajo”… Las calles están vacías y el cielo tapado con nubes de color gris, como si una tormenta se acercara. Me acerco a la intersección con Colombo Street y un grupo de turistas toman fotos, miro con detenimiento y se trata de la catedral de la ciudad, también devastada por el terremoto. Sigo mi camino y solo veo ruinas, carteles de cerrado por el terremoto y vallas que acordonan ciertas zonas. Descargo todas mis pertenencias en el nuevo backpacker y vuelvo hacia el centro de la ciudad. En los mapas de la ciudad está marcada la zona roja, la zona céntrica de la ciudad por donde no se puede pasar ni caminando ni en coche. A veces, incluso, para ir de una calle a otra cercana hay que dar una larga vuelta, ya que muchos de los accesos están precintados.

Lugar donde se encontraba la CVT (Canterbury Televison) en Madras Street en el que murieron 115 personas
El primer terremoto ocurrió el 4 de setiembre de 2010, fue un terremoto de 7,1 grados de magnitud y ocasionó pérdidas materiales. Lo peor llegó unos meses después, el 22 de febrero de 2011, un terremoto de 6,3 grados de magnitud causó grandes daños materiales y 185 muertos en total. Siendo, este segundo, de menor grado, razones como la localización geográfica, la condición del suelo, los picos de aceleración altos y la hora del terremoto contribuyeron a que entrara a formar parte de la segunda catástrofe más fuerte en la historia de Nueva Zelanda.
Muchas de las áreas devastadas se han convertido en grandes parkings de pago. Otras zonas ya limpias se alquilan o se venden y otras todavía con edificios medio en ruinas esperan para ser derrocadas totalmente. El centro de la ciudad está siendo rehabilitado por la Unidad de Desarrollo central de Christchurch perteneciente a la Autoridad de recuperación del terremoto de Canterbury (CCDU).
Mientras, algunos de los terrenos los ocupan proyectos comunitarios como “Gap Filler”, surgido como respuesta del primer terremoto del 2010. La intención de este grupo es convertir estos huecos de la ciudad en lugares creativos, dinámicos y llenarlos de energía y vitalidad. Paseando por las calles me topo con uno de estos proyectos, este es el “Pallet Pavilion”, un edificio que acoge eventos de todo tipo, construido a base de pallets pintados de color azul y decorado con flores y plantas. Justamente, esta semana, es uno de los escenarios del “World Buskers Festival”. Está a punto de empezar el siguiente show pero Cora, una mujer de 45 años y voluntaria de Gap Filler tiene un momento para explicarme como de triste ha sido para la ciudad esta catástrofe y cómo fue aquel momento hace ya casi 2 años. “Eran las 12.51 de la mañana, estaba trabajando y lo primero que hice fue ponerme bajo la mesa. Me acuerdo como si fuera ayer, aquí enfrente estaba la zona comercial con restaurantes, mucha gente tuvo que huir y los restaurantes se convirtieron durante los siguientes días en lugares de comida podrida”. Los ojos de Cora revelan una gran tristeza por ese suceso, pero las ganas de luchar y seguir adelante con proyectos como el Gap Filler le llenan de alegría. “Aquí donde está el Pallet Pavillion estaba el Hotel Crowne Plaza, que fue demolido el año pasado. Este edificio de aquí en frente todavía lo tienen que tirar, imagino que lo harán durante la próxima semana. En las paredes todavía se puede observar restos del líquido producto de la licuefacción. Afortunadamente proyectos como este nos animan a seguir adelante”. Le comento a Cora que durante mi paseo he observado muchas casas abandonadas y le pregunto si mucha gente abandonó la ciudad después del terremoto, me responde: “la realidad es que se ha ido mucha gente, es difícil decir una cifra, dicen que en las últimas votaciones que hubo después del terremoto la participación fue de 10.000 personas menos, pero hay que tener en cuenta todas las nuevas personas que han venido, muchos constructores, carpinteros, demoledores, y oficios derivados de las demoliciones han venido a Christchurch a trabajar”.
Nada más lejos de la realidad. Paseando por un parque dónde una comunidad cristiana reparte comida gratuita me topo con un hombre maorí que se acerca invitándome a comer, “¡Es gratis! Cada viernes hay comida gratis, no tenías que ir al súper…” –“Si lo hubiera sabido antes…” le contesto. Me comenta que no es de Christchurch, “soy de Hastings, en la isla norte, vine hace un año a trabajar para demoler edificios, hay mucho trabajo aquí”. Con una sonrisa de oreja a oreja me pregunta mi nombre y me dice “yo soy Gareth, encantado de conocerte Marta”. De vuelta al hostel también conozco a Paul, un chico de Gales de 25 años que vino hace 3 semanas a trabajar de carpintero, “en Gales tenía mi empresa propia pero la tuve que vender, también vendí mi casa y me vine para aquí. Ahora yo no soy el jefe, algo que me incomoda, pero en Christchurch gano mucho dinero”. Jannick, un alemán que vive en el hostel, también fue a parar a esta ciudad llena de ruinas para trabajar como peón, su visado de trabajo le permite pasar un año en Nueva Zelanda.
Más allá de las reconstrucciones la ciudad acoge más propuestas para aportar color y ganas de vivir, la iniciativa Re-Start, emprendida por los comerciantes de la ciudad, es un proyecto que ha dotado la zona del Cashell Mall de color y optimismo. Un centro de compras fabricado con contenedores multicolor. Además el Quake Appeal, entidad que colabora con Re-Start, es también una idea lanzada por el Primer Ministro John Key el 27 de febrero de 2011 para recaudar fondos con los damnificados del terremoto.
Dejo Christchurch atrás con la esperanza que cuando vuelva de nuevo pueda ver relucir sus calles y sus edificios. La energía de los ciudadanos definitivamente marca el nuevo rumbo de la ciudad de Canterbury.
¡Qué fácil es ser feliz!
Peter es un hombre de 59 años que vive entre la vegetación de una de las bahías que forman Marlborough Sounds. Hace 26 años que llegó. Era el año 1986, Peter estaba casado y tenía un negocio dedicado a la producción de Pavlovas en Christchurch, se puede decir que llevaba una vida acomodada. Aun así no era completamente feliz. Un día, en un viaje de negocios a Picton, al norte de la isla Sur de Nueva Zelanda, quiso recorrer como turista los Marlborough Sounds, fue allí cuando descubrió la verdadera felicidad y un nuevo modo de vida. Lo dejó todo y empezó de 0.
Compró el terreno que más cumplía sus expectativas, lo tenía todo calculado. “El sol sale por el este, así en este lado de la bahía tengo sol todo el día, y en invierno el sol es más bajo, así que esta ubicación es perfecta.” Comenta orgulloso la elección que hizo hace 26 años. Después de todo el papeleo, sin conocimientos de construcción ni arquitectura, pero con muchos libros sobre la temática empezó a construir su casa. Durante 7 meses estuvo viviendo en una tienda de campaña en medio del bosque. El material para la construcción de la casa, en su mayoría madera, la conseguía de lugares que derribaban en algún lugar de la isla, los compraba a bajo precio a veces incluso le salía gratis. Los transportaban hasta Picton y en Picton cargaba cada una de las piezas de madera en su pequeño barco que compró a un pescador. Recorría los 8km que separan Picton de la bahía Logmara en poco más de una hora en su pintoresco barco. Una vez en la bahía los subía hasta el lugar donde tenía que edificar su modesta casa. “Tardé 7 meses en acabarla, ¡no soy un constructor! Quizás si lo hubiera sido hubiera tardado 2 meses…” Comenta.
Peter es una persona fácil de tratar, easygoing que dirían aquí en Nueva Zelanda. Lo conocí a través de la web Couchsurfing, una web que te permite conocer gente de todo el mundo e incluso quedarte algún día en su casa en el caso que ofrezca alojamiento. Peter lo da todo. Cuando llegué a su pequeña cabaña, a través de un pequeño funicular de madera fabricado por él, nos hicimos unos sándwiches y me sirvió un vaso de limonada casera. Comimos sentados en las butacas con vistas al mar, se esperó a que me sentara y me acercó un cojín “Esta es la mesa, Marta”, con una sonrisa de oreja a oreja. “¿No crees que somos afortunados? Mira el paisaje”. Acabamos de comer y empecé a conocer más a Peter. Me contaba como de fácil es ser feliz, decía que cada uno tiene que buscar la felicidad en lo que le llene, en su caso fue trasladarse en un lugar en medio de la nada, rodeado de naturaleza y construir su propia casa, y más tarde la casa que tiene de alquiler para los turistas. Lo hizo con ganas, no fue nada difícil cuenta, ya que era lo que quería hacer. No fue un trabajo duro, era su deseo. Hoy por hoy sigue trabajando en los alrededores, se puede decir que mantiene las casas de verano instaladas en la zona.
Luego por la noche cocinó un increíble guiso de judías rojas con vegetales, incluido calabacines de los que tiene en su pequeño huerto “Oh Dios mío, cada día nacen 3 o 4 calabacines nuevos”. Después de la gran cena sacó el postre: una pipa hecha por él y marihuana. Se quejaba de como los europeos fuman la marihuana. “¿Por qué demonios la mezcláis con tabaco?”. Se hizo de noche y fuimos a dormir.
El día siguiente empezó con una mañana soleada y haciendo senderismo por la zona. Llegamos hasta el popular Queen Charlotte Track de 71 km que recorre el Queen Charlotte Sound, uno de los 3 que forman los Marlborough Sounds. Durante las 2 horas y media Peter no paraba de hablar sobre la vida animal y vegetal que nos rodeaba, lo sabía todo. Parecía un animal del lugar. Conocía todos los rincones. Incluso en un momento me preguntó si tenía sed, afirmé. Así, nos salimos de la ruta para subir hasta un lugar donde el agua se filtraba a través de una larga cortina de plantas, de detrás de una piedra sacó un vaso de plástico amarillo y lo puso bajo las gotas que caían, a los 3 minutos ya tenía mi vaso de agua bien fresca. De vuelta a Titoki, es así como se llama la casa para los huéspedes, fuimos a coger mejillones de la bahía, los limpiamos y cocinamos una gran ensalada con mejillones rebozados. Al mismo tiempo me enseñó a preparar un buen pickle de pepino, cebolla y pimiento.
Compartir el primer fin de semana del 2013 con Peter fue una gran experiencia, aprendí de él y de mí, volví a darme cuenta que la felicidad y ser feliz, la mayoría de las veces, depende de uno mismo.