¿Te subes a «la Vane» a dar una vuelta por los territorios más interesantes y únicos de Austalia?
¿Te subes a «la Vane» a dar una vuelta por los territorios más interesantes y únicos de Austalia?
El viaje ya llegaba a sus últimos días, pero todavía quedaba recorrer una de las carreteras australianas más conocidas. Una carretera de 243 km, donde a lo largo del recorrido te puedes deleitar por el paisaje que le rodea. La carretera serpentea entre las localidades de Torquay y Allansford, en el estado de Victoria, al sur del país. Continuas panorámicas, los paisajes son fotos de postal que cualquiera sueña con ver algún día. Las puestas y las salidas del sol provocan emoción y a veces incluso alguna lágrima…
Además de su belleza la carretera guarda secretos históricos, leyendas aborígenes, lugares sagrados, museos marítimos y barcos hundidos. La carretera fue inaugurada el 26 de noviembre de 1932, construida en honor a los soldados muertos en la I Guerra Mundial.
Esta es una lista de los lugares más populares que merecen un alto en el camino:
Port Campbell National Park: La región más abrupta de la carretera donde en cada vuelta de curva un nuevo acantilado se asoma en la inmensidad del océano. Esta maravilla de la naturaleza empezó a formarse hace entre 10 y 20 millones de años, cuando la línea de costa que conocemos hoy estaba bajo agua. Todavía hoy se pueden encontrar fósiles en las rocas de los acantilados. A medida que los niveles del mar disminuían, la roca caliza de los precipicios se iba agrietando, dando paso a increíbles obras verticales unidas por algunos puntos. Los precipicios se forman por la acción del agua del mar contra los bordes de tierra firme, causando su desplome en algunos casos. Los más fuertes sobreviven, mientras que otros se van desmoronando con el paso del tiempo. Los puntos más destacados de esta ruta son:
Kennet River: Si estabas preocupado (nosotros lo estábamos) porque estás en Australia y todavía no has visto koalas, no worries mate! Aquí se pueden ver, ¡y muchos! Recorriendo la Grey River Road y mirando hacia lo alto de los eucaliptos, estos marsupiales estarán listos para posar para tu cámara.
Bells Beach: Es otro de los platos fuertes en la carretera, sobre todo si te gusta el surf. Es el lugar donde se celebra anualmente el Rip Curl Pro, uno de los campeonatos mundiales de surf más importantes. Bells Beach pertenece a la localidad de Torquay, la cuna del surf en Australia. Y es que el surf en este país es casi una asignatura obligatoria en la escuela. Con el 85% de la población viviendo a un máximo de 5km de la playa no es extraño. La fama de esta localidad y su Bells Beach llegó ya en 1956, durante los Juegos Olímpicos de Melbourne, cuando se celebró el primer festival internacional de surf, donde los americanos mostraban sus ligeras tablas “Malibú”, las cuales sorprendieron a los locales. Surfistas como Vic Tantau empezaron a producir este tipo de tabla localmente. En 1960 se creó una carretera por la que acceder a Bells Beach, desde entonces la playa no descansa ni un solo día. Desde que en 1962, Peter Troy y Vic Tantau promovieron un torneo surfer, este no ha dejado de celebrarse y cada Semana Santa grandes estrellas del panorama surfer llegan al Rip Curl Pro. Este año 2013 el ganador fue el surfista brasileño Adriano de Souza.
Los 243 km de carretera que bordea el océano guardan todavía muchos lugares como Lorne o Apollo Bay, pueblecitos con encanto y mucha playa. Otros senderos alrededor de la Great Ocean Road llevan también a varias cascadas rodeadas por frondosa vegetación, a lugares perdidos donde la única compañía son los canguros o faros como el de Cape Otway o el encantador de Ayres Inlet.
El destino y una furgoneta del 89 muy querida por mis compis de viaje y por mi nos llevaron hasta Uluru-Kata Tjuta National Park. Uno de mis lugares favoritos del mundo, hasta ahora. Puede que sea su impresionante tamaño el que me deje con la boca abierta cada vez que pienso en aquellos días o puede que sean, como dicen los originales habitantes del lugar, la fuerza de los espíritus aborígenes que allí habitan. La segunda razón me convence más. De cualquier modo este lugar no deja indiferente a nadie.
Después de conducir durante más de 3.000 km por tierras áridas y carreteras infinitas hacia el cielo, una mole de tierra compuesta por piedra arenisca se alzó sobre nosotros, todavía estábamos a unos 60 km de su base pero la forma de Uluru ya se perfilaba en el horizonte junto a las ondas de calor temblorosas que irradiaban del asfalto de la carretera.
Después de la comida nos dirigimos hacia Kata Tjuta, que significa “Muchas Cabezas”, una formación rocosa a unos 50 km al oeste de Uluru, quizás no impresione tanto como este, pero su magia me hechizó desde el primer momento que lo vi. Esta formación es un conjunto de más de 36 cimas erosionadas, con una estimación de alrededor de 500 millones años de edad. Su composición son rocas formadas por grava y otros tipos de roca como granito y basalto. El punto más alto se eleva a 546 metros por encima del terreno que lo rodea, 203 metros más alto que Uluru.
El recorrido por este lugar, a pesar de ser corto no dejó de ser agotador, el sol todavía caía con fuerza y las moscas del desierto no dejaban de acecharnos. Hacía las 19.00 ya fuimos a tomar el mejor sitio para ver la puesta de sol. Un momento en el que el sol baña de color la gran composición a medida que se va escondiendo.
El día siguiente nos lo reservamos para salir bien temprano a visitar Uluru y su base de 9,4 km. Uluru se alza del suelo a 348 metros de altura, sus dimensiones son inimaginables cuando te las explican. Es muy difícil de imaginar esa maravilla del mundo sin verla, por más que explique hay que estar allí para sentirse una hormiga en medio del desierto.
A las 8 de la mañana empezaba un recorrido gratuito con una guía del parque. Una guía muy inteligente e interesante. Ese mismo día era su último día y soltaba prenda sobre todo los asuntos delicados que le preguntábamos sobre los aborígenes, su situación, y como han sido tratados. Algunos estudios arqueológicos sugieren que los aborígenes han estado viviendo en esta parte inhóspita del mundo durante al menos 22.000 años. Son los Anangu, los que tradicionalmente custodiaban estas tierras. Con el descubrimiento por parte del explorador William Gosse en 1873 pasó a formar parte del gobierno australiano y llamado Ayers Rock, en honor al consejero del estado de Nueva Gales del Sur Sir Henry Ayers. Desde entonces y cada vez más es una atracción turística, y a pesar de haber firmado acuerdos, como el de 1985, en el que se devolvía la propiedad a los Anangu, la dirección del parque lo lleva “Parks Australia” perteneciente al gobierno del país. Con su descubrimiento y el turismo la vida en Uluru y alrededores ya no volverá a ser la misma. Sus habitantes han cambiado, los han maltratado, y ellos están resentidos. El ícono de la Australia aborigen ha sido expoliado y solo le sirve al gobierno para hacer negocio de él y de sus habitantes originarios.
Su historia empezó hace 600.000 años, primero se formaron las cordilleras, unas pirámides que en su día eran más altas que el Everest. Pero para entender el inicio de esta gigantesca roca mejor es contarlo a través de la tradición aborigen llamada Tjukurpa, los pilares donde se asienta la cultura aborigen y da respuesta a preguntas sobre ¿cómo se creó el mundo? o ¿quién lo creó? Se refiere al periodo de la creación cuando sus ancestros crearon el mundo que hoy conocen. Para ellos, los antepasados en forma de personas, plantas y animales viajaron y viajaron, a medida que lo hacían establecieron el mundo como hoy lo conocemos, creando árboles, rocas, cuevas… Estas pruebas son la evidencia física que esto pasó. Y a eso se le llama Tjukurpa. Según ellos los ancestros y sus espíritus siguen habitando esta tierra.
Los antepasados de esta región son los Mala (un tipo de liebre del Territorio del Norte de Australia), los Kuniya (una serpiente pitón australiana) y los Liru (serpiente venenosa). Según el Tjukurpa hubo 3 grupos de Mala que vinieron del norte para alcanzar Uluru, después dos de estos grupos se separaron para bajar hacia el sur australiano. Kuniya Tjukurpa explica cómo llegó la pitón desde cientos kilómetros al este de Uluru y ahí se encontró a Liru donde siguen viviendo entre las rocas de Uluru.
Vídeo sobre la historia de la creación contado por una persona Anangu
Recorrer la base de Uluru a través de los ojos del Tjukurpa fue una de las mejores experiencias de mi vida. En varios puntos del recorrido se pueden encontrar tablones informativos sobre la cultura aborigen de esta región. Algunas de las cuevas que se hayan en varios puntos de la gran roca están pintadas, como si de pinturas rupestres se trataran, con los conocimientos que los mayores enseñaban a los nyiinka (chicos de los arbustos) como trazar senderos, cazar kuka (animales comestibles), encontrar los agujeros de agua formados por las lluvias, donde encontrar materiales para armar las herramientas y armas para cazar… Otras cuevas eran destinadas a la gente mayor, gente que era demasiado mayor para participar en algunas ceremonias, en una de ellas se aprecia el techo de color negro a causa de las hogueras que ahí formaban. Se dicen que sus espíritus todavía permanecen en la cueva.
Seguramente los antepasados de los Anangu sigan habitando en esta parte del Territorio del Norte de Australia, a nosotros tres, después de la puesta de sol, nos costó abandonar Uluru y alejarnos a 100 km en busca de un lugar para acampar, ¡estoy segura que simpatizamos con ellos!
La actividad minera en Australia es uno de los sectores más significantes en la economía del país. Todo empezó con la plata y el cobre en 1840, más tarde otros minerales como el oro, el hierro, el níquel, el aluminio, el uranio, los diamantes, el ópalo, el zinc, el carbón, el petróleo o el gas natural hicieron de Australia una de las primeras potencias mineras del mundo. A día de hoy la economía sigue nutriéndose de la minería y su exportación. Según el Australian Bureau of Statistics la minería significaba un 10,3% del VAB (Valor Agregado Bruto) para el año 2012 hasta el mes de junio, un dato que hace del sector minero el mayor contribuyente a la economía nacional.
En mi recorrido por Australia visité Broken Hill, uno de los sitios que más me impresionó del país y con la puesta de sol más bonita que he visto nunca… Esta pequeña ciudad ubicada bien en el oeste del outback del estado de New South Wales es también conocida como la Silver City, y es que es la fuente más rica del mundo jamás descubierta de plata y zinc. Este capítulo histórico empezó en 1883. Ese año fue cuando el conocido “Sindicato de los Siete” descubrió el tesoro escondido bajo tierra. Ellos fueron la primera piedra de la la futura poderosa BHP (Broken Hill Proprietary Company Limited) nacida en 1885.
La cantidad de mineral que yace en este lugar es descomunal. La veta del yacimiento de plata y zinc de Broken Hill tiene forma de boomerang y un largo de 7,5 km y hasta 250 metros de ancho, sus extremos se sumergen bajo el suelo a 1.600 metros. Es una veta masiva de más de 200 millones de toneladas con 50 millones de toneladas de zinc y 20.000 de plata. Además, más de 300 minerales han sido identificados en Broken Hill. He aquí la riqueza de esta villa. CBH Resources LT es la compañía que posee el yacimiento más rico y fácil de sustraer, en la cima de la veta, aunque ésta es más reducida que en otros puntos. Las compañías situadas al final del “boomerang” tienen que perforar pozos más abajo del yacimiento, algo mucho más complicado y costoso.
Por supuesto, la población de esta ciudad desolada empezó a incrementar en cuanto la economía dio sus primeros frutos, en 1885 los habitantes eran poco más de 100, en 1905 la población había incrementado hasta 30.000 personas. En 2012 está ciudad minera sigue poseyendo el título de Silver City, una de las más duraderas del mundo.
Broken Hill es agradable, con una interesante historia y un atractivo centro. La arquitectura variada hace de la ciudad un lugar cautivador. Recorriendo su pequeño núcleo te das cuenta de que todas sus tranquilas calles llevan nombres de minerales, decoradas por edificios victorianos, art déco o simples casas sin arquitectura concreta. Los hoteles históricos, la estación de ferrocarril, el pequeño cerro donde se ubica un memorial a los mineros muertos, los alrededores inhóspitos pero llenos de vida salvaje y su clima fresco al atardecer y amanecer hacen de Broken Hill el mejor oasis para descansar de las largas horas de desierto.
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