La palabra más recurrente cuando oímos hablar de Vietnam es guerra. La pugna más importante de la postguerra y una gran humillación para el gobierno de Estados Unidos. Una guerra que asentó una nueva manera de entender las guerras y los conflictos. Quizás sea uno de los enfrentamientos mundiales que más se han llevado a la gran pantalla.
Hoy en día a las víctimas vietnamitas de aquella disputa se les rinde memoria. En todo el país se pueden visitar diferentes museos y cárceles donde se pone de manifiesto la brutalidad de aquel conflicto. Vietnam sigue siendo un país comunista (como dato curioso, en febrero de 2014 se abrió el primer McDonalds en Vietnam, en la ciudad de Ho Chi Minh) abierto más o menos al exterior.
Mi primera parada en Vietnam fue Hanoi. Ahí pude ver de primera mano una muestra del apoyo al comunismo. Justamente, mientras estaba en el país se celebró el funeral de Estado al líder nacional Vo Nguyen Giap. El General Giap murió el 4 de otubre de 2013 a los 102 años y en las calles cortadas del centro de Hanoi cercanas al edificio que albergaba sus restos se alineaban miles de personas a la espera de despedirse del difunto General. Líneas y más líneas de gente de todas las edades, bebés, muchos jóvenes y adultos, ancianos. Caras de tristeza y acritud que sostenían mensajes de adiós, fotos del militar, coronas y ramos de flores de todos los colores. Esa tarde de domingo 6 de octubre la pasé observando y hablando a algunos de los que esperaban para despedirse del último dirigente histórico del Partido Comunista de Vietnam que todavía permanecía con vida. Dos días más tarde, el 8 de octubre las filas de gentío seguían acumulándose con el fin de dar un último adiós al héroe nacional. Los vietnamitas alineados en los alrededores del Hall Nacional donde permanecía el féretro se juntaban con los grupos de turistas que visitaban la zona del Mausoleo de Ho Chi Minh, ubicado justo detrás del funeral de Estado.
Durante el viaje de casi un mes por Vietnam no quise interiorizar mucho más en el tema de la guerra con los locales. Sí que visité lugares como la prisión de Hoa Lo en Hanoi, edificada en 1896 durante la colonización francesa, el mausoleo y el museo de Ho-Chi Minh en la misma ciudad, el museo de los vestigios de la guerra en Ho Chi Minh, la antigua Saigon o los túneles de Cuchi cercanos a esta ciudad. No se puede negar que sean lugares propagandísticos para el gobierno comunista pero lo que tampoco se puede negar son las evidencias repulsivas ocurridas desde la invasión francesa hasta la victoria de Vietnam del Norte.
Antes de llegar al país preguntaba a los viajeros que ya habían visitado Vietnam qué les había parecido, algo común en estos viajes para conseguir buenas recomendaciones frescas. La mayoría de viajeros salían horrorizados de Vietnam por supuestamente el carácter de sus habitantes. Noelia, mi amiga, y yo llegamos a Hanoi con un poco de miedo. Ya nos imaginábamos discusiones cada día y caras de pocos amigos. Creíamos que la gente sería muy mal educada y antipática. Justamente nosotras obtuvimos una sensación totalmente distinta a esos viajeros, “¡los vietnamitas son muy amables!” Nos repetíamos Noelia y yo a cada momento.
Esa simpatía y buen rollo es algo que me sigue extrañando, aquellos museos y cárceles de Vietnam que visité me mostraron lo peor de occidente y el sistema capitalista. Pruebas y más pruebas suficientes como para odiar a todo blanco, si fuera vietnamita. Una masacre repugnante con el único fin de mantener una imagen, con la meta de proclamarse los amos del mundo. Lo más triste es que el mundo sigue siendo víctima de eso, por más conflictos y guerras que se disputan el rumbo no ha cambiado.